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Psicopatología del terrorismo – Parte 1

Aspectos generales

La dominación por medio del terror o la sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror es una práctica usada tanto por instituciones estatales, como por grupos organizados.

El terrorismo se convirtió en una práctica frecuente en la segunda mitad del siglo pasado; después de la primera Guerra Mundial casi dejó de manifestarse y solo reapareció hacia fines de 1960. Y lo hizo con una fuerza tan inusitada, que determinó la errónea impresión de que se trataba de un fenómeno nuevo, sin precedentes.

En este siglo se ha producido una disminución del terrorismo selectivo, y un notable incremento del terrorismo indiscriminado y del terrorismo internacional. Se ha dicho que el uso de la violencia en el terrorismo no sería un fin en sí mismo, sino que un método para finalidades habitualmente distantes, en tanto que el objetivo inmediato de todo acto terrorista sería provocar un gran impacto en el mayor número posible de personas, y un fin directo es que se conozca o que la “gente mire”.

Hoy en día, la tecnología de las comunicaciones ha alcanzado gran desarrollo y el impacto de una acción terrorista puede tener dimensiones planetarias. Y no deja de ser llamativa la coincidencia entre la reaparición del terrorismo en la década de 1960 y la masificación de la televisión. Pareciera que muchas acciones violentas persiguen el horror en busca de la publicidad, es como si al terrorista de hoy no solamente le interesara capturar un avión o un personaje público, sino que también, y simultáneamente, “capturar” a los medios de comunicación y en los últimos meses aparecen como acciones de castigo y represalia.

La violencia creciente de los métodos terroristas ha llevado los atentados contra los representantes del sistema, y también en la actualidad, el factor sorpresa pasó a desempeñar un rol preponderante, en la medida que cualquier individuo, en cualquier momento o lugar puede convertirse en blanco.

Podríamos decir que las nuevas víctimas tienden a ser inocentes o desligadas completamente de los procesos sociales y políticos, y esto hace el fenómeno más temible para el público y más efectivo para los terroristas. Las víctimas son simplemente instrumentales, y si son inocentes podrían constituir instrumentos más valiosos para las negociaciones.

Se ha planteado que al terrorista parece no importarle la mala propaganda o el repudio moral que se plantea en las noticias, y más aún cuando éstas pueden estar desprovistas de crítica directa de los medios de comunicación; el interés se concentra en la cantidad e intensidad de la cobertura informática: por esto resulta tan importante el manejo ético de la noticia, ya que limitar o suprimir la información podría obligar a los terroristas a iniciar una escalada de horror para romper el silencio; por otra parte obligaría a diversos y difíciles ajustes del sistema político, que en algunas circunstancias han servido para que los Estados realicen acciones ilícitas contra enemigos extranjeros y disidentes internos.

La experiencia acumulada muestra que el empleo del terror ha tenido una limitada capacidad destructiva y de generación directa de cambio sociopolítico. Se ha dicho que las consecuencias psicológicas que provoca son desproporcionadamente altas en relación al daño efectivamente causado, y quien padece la acción violenta con mucha frecuencia presentará síntomas psiquiátricos de mayor o menor duración e intensidad. Vale decir, quien realmente sufre la acción terrorista es un individuo en particular.

Dr. Pedro Retamal C.
Profesor Asociado
Departamento Psiquiatría. Campus Oriente
Facultad de Medicina. Universidad de Chile.